En la montaña era feliz es un recorrido por el tiempo y el espacio con la historia como telar, en el que los coloridos hilos de paisajes, gentes y vivencias son la urdimbre con la que se teje la tela de este libro de viajes.
Leer En la montaña era feliz es emocionarse con el alba despuntando sobre el titánico santuario de los Annapurnas; caer en el hechizo del Arca de Noé varado en el monte Ararat mientras asoma la luna llena por su cresta; cruzar el descomunal Orinoco y navegar su afluente Caroní hasta empaparse bajo la cascada más alta del mundo. Abrazar En la montaña era feliz es dejarse envolver por la lírica de la plaza Imam Jomeini de Isfahán; por la épica de la multicultural Sarajevo; por la mística de los templos nepalíes; por el heroísmo de los exploradores polares en los confines de Svalbard; por la algazara del zoco persa de Shiraz; por el aroma a reliquia soviética de Pyramiden. Es departir con sefardíes en una taberna balcánica, con kurdos en una tetería del Kurdistán turco, con monjes tibetanos en un templo budista o con palestinos en Ramala y judíos en Hebrón. Es mantener la mirada a los hipnóticos ojos de la estupa de Boudhanath; a los indios paiute de Nevada o a los pemones de la selva venezolana; a las ballenas beluga que nos observan nadando entre témpanos flotantes del mar de Groenlandia, y a Jerjes y Alejandro Magno, que siguen vivos en la magnífica Persépolis.
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